16/1/09

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Análisis de la caricatura: Se colocan reyes

caricatura, subasta de reys, La Flaca

La caricatura representa, se manera jocosa, la búsqueda de un nuevo monarca para España una vez derrocada Isabel II, a la vez que la familia real busca “trabajo” tras su forzoso “paro”.
Encontramos a Isabel II; su hijo, el príncipe Alfonso; al aspirante carlista, Carlos VII; y al duque de Montpensier, cuñado de Isabel II y aspirante a rey consorte, a quien se atribuía la financiación de la revolución con el objetivo de alcanzar el trono. Todos están leyendo con atención un cartel en el que puede leerse “se colocan reyes”. Tras el cartel, se encuentra la "embajada" de España en París, y el embajador, Olózaga, político progresista que participó activamente en la conspiración contra Isabel II. Una vez vacante el trono español a resultas de la Gloriosa Revolución, todos ellos han de buscar acomodo, a la vez que la nación emprende la búsqueda de un nuevo monarca que cumpla con los requisitos que se demandan en el momento, a saber: un monarca demócrata, católico y que contase con el beneplácito de las potencias europeas (los franceses no querían a un austriaco y los austriacos no querían a un francés), además de ser aceptado por el país.
La revolución nacida del Pacto de Ostende congragaba a opciones políticas tan dispares que decidieron reunirse entorno al único objetivo común: acabar con Isabel II, dejando para un segundo momento la decisión sobre la nueva forma de gobierno, decisión que recaerá en las Cortes constituyentes reunidas tras las elecciones de enero de 1869. En ellas, obtendrían la mayoría los progresistas, coaligados con los demócratas que aceptaban la monarquía, siempre que ésta fuese democrática, seguidos de los unionistas. Esta composición explica que la Constitución de 1969 optase por la monarquía. Mientras se buscaba un monarca, el líder de los unionistas, Serrano, sería nombrado regente, mientras que Prim, del partido progresista, presidió el gobierno. Tras una ardua búsqueda, se eligió a Amadeo de Saboya, hijo del Víctor Manuel II, monarca constitucional de la recién unificada Italia.
Pero la llegada de Amadeo a España coincidió con el asesinato de Prim. Empezaba con mal pie la Monarquía democrática de Amadeo I (1871/73), que habría de afrontar una realidad muy conflictiva. El rey, quizá por su carácter tímido no consiguió ganarse la simpatía popular ni fue aceptado por la oligarquía, que le identificaban con la democracia y el desorden social y apoyaba la restauración borbónica en la persona de príncipe Alfonso de Borbón. Los republicanos no aceptaban la monarquía democrática. Los carlistas se levantaron en el País Vasco y Navarra, y en Cuba se había iniciado en 1868 el levantamiento independentista. Las guerras trajeron consigo las impopulares levas y el aumento de los impuestos, agitando aún más la vida social y política española. El movimiento obrero, desarrollado al amparo de las garantías constitucionales, atemorizaba a las clases medias y altas. Los propios partidos que sustentaban al régimen se distanciaron y, tras la muerte de Prim, hasta los progresistas se escindieron. Ante este panorama, el rey abdicó en febrero de 1873. Esa misma noche se proclamó la República (1873/74), en el Congreso, aunque éste no tuviese atribuciones para tomar esa decisión que contravenía la Constitución y aunque los republicanos fuese minoría; no había otra alternativa.
La prensa satírica tuvo importante desarrollo en la época. Entre las revistas con más difusión, destacó “La Flaca”, subtitulada revista liberal y anticarlista, cuya vida se prolongó entre 1869 y 1876, precisamente el Sexenio Democrático, momento en el que las libertades, en particular las de prensa, permitieron el desarrollo de este tipo de publicaciones. El carlismo, el fraude electoral y el caciquismo, la jerarquía católica, la guerra de Cuba y, en general, el gobierno, fueron los objetivos de sus críticas.

El Sexenio en caricaturas


Se colocan reyes
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Prim busca a ciegas un régimen liberal
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Amadeo I ante el cadáver de Prim
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Principios de la Junta Revolucionaria de Sevilla. Análisis

Españoles:
La Junta revolucionaria de Sevilla (expone) los principios que se propone defender:
1º. La consagración del sufragio libre y universal como base y fundamento de la legitimidad de todos los poderes y única verdadera expresión de la voluntad nacional.
2º. La libertad absoluta de imprenta...
3º. La consagración práctica e inmediata de todas las demás libertades, la de enseñanza, la de cultos, la de tráfico e industria
4º. La abolición de la pena de muerte
5º. La seguridad individual eficazmente garantizada, así como la absoluta inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia.
6º. La abolición de la Constitución bastarda que nos venía rigiendo...
(...) ¡Viva la libertad! ¡Abajo la tiranía! ¡Viva la soberanía nacional!
Proclama de la Junta provisional revolucionaria de Sevilla, 20 de septiembre de 1868.

El texto recoge las reivindicaciones de la Junta Revolucionaria de Sevilla, constituida en septiembre de 1868, tras el pronunciamiento de Topete en Cádiz.
En 1868 la crisis del sistema isabelino es tan patente que nada podía salvar ya a dicho régimen. La crisis política, en la que destaca el carácter reaccionario y oligárquico del sistema, incapaz de incluir otras opciones que no fueran la moderada y la unionista, y que se defiende sólo mediante la exclusión y la represión de las restantes tendencias políticas, se une a la crisis económica (agraria, por una serie de malas cosechas; industrial, por el encarecimiento del algodón debido a la Guerra de Secesión norteamericana y financiera por la escasa rentabilidad del ferrocarril).
La oposición (progresistas y demócratas), que había firmado en 1866 el Pacto de Ostende con el objetivo de acabar con el régimen y la corona, se ve fortalecida con la suma de los unionistas en 1868. Al pronunciamientos militar en Cádiz (el almirante Topete se subleva al frente de la Armada) se suma la insurrección popular con la formación de juntas revolucionarias. Una de esas juntas sería la de Sevilla, marcada por el ideario demócrata, como vemos en sus reivindicaciones.
Expone el texto las reivindicaciones del partido demócrata, creado en 1849 de una escisión del progresismo. Como vemos, reivindican:
  • sufragio universal, entendiendo por tal el masculino,
  • defensa de las libertades públicas, espacialmente la de imprenta, pero también las de culto, cátedra, incluso la de comercio, esto es, el librecambismo.
  • También se demandan derechos individuales como la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia.
  • Se plantea una demanda tan moderna como la abolición de la pena de muerte y la reforma del sistema penitenciario.
  • Finalmente, se pide la abolición de la Constitución en vigor, la moderada de 1845.
Las Juntas representaban una forma de movilización urbana contra la autoridad vigente que ya hemos visto formarse en otros momentos de conflictividad, empezando por la movilización contra la ocupación francesa, además de los movimientos insurreccionales de carácter progresista, como en 1835, 1843 y 1854. En este momento, las reivindicaciones no son ya progresistas, sino demócratas, grupo éste que se había adherido al Pacto de Ostende en 1866 con el objetivo de derrocar a Isabel II. Como veremos, la suma de la Unión Liberal a dicho pacto, permitió el triunfo de la revolución, pero también moderó sus fines, dando como resultado un gobierno provisional que disuelve las Juntas y deja a las futuras Cortes la tarea de determinar la forma de gobierno.
En 1868 el descontento generalizado ante un sistema ineficaz se une a la crisis económica y al desprestigio de la monarquía. El monopartidismo moderado resultaba insostenible y frente a él se habían unido demócratas y progresistas en el exilio que, en 1866 habían firmado el Pacto de Ostende, acuerdo para derribar al régimen de Isabel II. Cuando en 1868 se sumó la Unión Liberal, dirigida por Serrano tras la muerte de O´Donnell, la monarquía ya no tenía salida. El pronunciamiento del Almirante Topete, con el apoyo de Serrano, Prim y otros generales, triunfó al sumarse otras unidades a lo largo del país y contar con el respaldo de las Juntas revolucionarias organizadas por los partidos políticos. Finalmente, tras la derrota de las tropas reales en el Puente de Alcolea, la reina se exilió.
La revolución de 1868, o Gloriosa Revolución, había triunfado sin casi derramamiento de sangre. El Gobierno provisional (1868/70), con Serrano y Prim a la cabeza, disolvió las Juntas revolucionarias y convocó elecciones a Cortes constituyentes que elaboraron la Constitución de 1869. Esta optó por la monarquía como forma de gobierno y Prim emprendió la tarea de desarrollar la Constitución para modernizar al Estado, además de buscar un rey, tarea arto difícil. Amadeo de Saboya sería finalmente el elegido. La falta de apoyos que encontró el monarca le llevaría a abdicar y, tras su renuncia, se proclamaría la república, más por falta de salidas viables que por la fortaleza de la opción republicana